Waldo era uno de los tantos repartidores que recorrían las calles de Buenos Aires. Un inmigrante que la ciudad había recibido con los brazos abiertos. Encontró trabajo, fue haciendo nuevos amigos, compatriotas que estaban en la misma, con los que se juntaba los fines de semana. Era ahorrativo, juntaba unos pesitos para mandarle a su familia. Se las rebuscaba. Cuando explotó la pandemia entre nosotros, su trabajo se multiplicó, muchos no querían tomar más pedidos, pero Waldo necesitaba el dinero y no arrugó. Salía muy temprano por la mañana y llegaba al fin del día destruido para dormir y volver a arrancar. Había una señora, con la que simpatizó de entrada, le gustaba charlar y él le dedicaba un tiempo extra en sus encargos. Le contó que su hija y sus nietos vivían lejos. La empresa le había pedido especialmente que se ocupara de ella, era de sus clientas más fieles. Anita era ágil para su edad, había sido directora de escuela, su charla era entretenida, y estaba llena...
Blog de cuentos y microrelatos escritos a la sombra cruel del aislamiento obligatorio. Espacio de escritura Trama coordinado por Oliverio Coelho