Pasaron los meses y lo que al principio se llamó cuarentena
se convirtió en Aislamiento Sanitario Voluntario. El virus iba por su mutación
48 y la raza humana no sabía cómo
combatirlo. Se moría gente en todo el mundo y lo único que se podía hacer era
tratar de evitar contagiarse.
La calle ya no era la misma. Salir por las compras se
convirtió en un riesgo cada vez mayor. Los animales, ya a esta altura, todos
salvajes atacaban cada vez más seguido en busca de comida. Primero fueron los
perros y los gatos. Después aparecieron ratas, hurones y comadrejas. Ahora hay lobos, caballos, chanchos, patos,
gansos, cabras, iguanas, chimangos y solo por nombrar las del barrio.
Al principio la gente cuando salía de hacer las compras,
ante la aparición de mascotas en busca de comida, les daba algo e incluso había
quien les compraba
especialmente. Ahora como si se hubiesen
pasado el dato están acechando en la puerta de todos los comercios. Los
edificios de departamentos, donde hubo
un sensible portero que los asistiera con comida sacada de la basura, también
estaban asediados.
Al principio cuando comenzaron los ataques, salía con un palo de golf y cambiaba el camino de
vuelta yendo por calles menos transitadas para evitar que olieran las bolsas
que traía. Después acondicionó una valija para aislar los olores. Pero
las cosas empeoraron. La cuchilla y el garrote que se había hecho le daban un
poco más de seguridad, pero igual ya tenía tres mordiscones, cuatro arañazos,
varios picotazos en la cabeza y había perdido dos compras grandes, que se había
visto obligado a dejar.
Ahora está esperando
al mensajero que le traerá la pistola, el revólver y las balas, que compro por
mercado libre. Espera que llegue rápido porque ya no le quedan más víveres.
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