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Una fractura en cuarentena


Mecha estaba intranquila, la pandemia estaba lejos, pero las noticias no eran alentadoras. No sabía nada de su familia, hacía rato que no los veía. Cada uno estaba en lo suyo y aunque vivieran relativamente cerca, mantenían distancia.
Sabía que Rafa, su hermano, andaba en algo con Robertito. No era una buena compañía, tenía un largo curriculum. Se reunían todas las tardes, en el bar de Quique.
 Cuando lo vió llegar a su casa, en ese estado, se sorprendió.
_ ¿Qué haces acá? Años sin verte. Dijo Mecha
_Estoy hasta las manos, querida. Me tenés que ayudar. Dijo Rafa.
_ ¿Qué te mandaste? Dijo ella.
_ Nos jugamos con los pibes, en la sucursal de Lucecitas.
_ ¿Te están buscando? Preguntó nerviosa.
_Por ahora, parece que zafé. Me tengo que guardar unos días, si me haces el aguante.
Ella asintió de mala gana, finalmente eran familia y no lo iba a dejar en banda, aunque fuera una locura.
Le contó que había hecho de campana, en realidad, los tenía que buscar en el camioncito de reparto. Era rápido de reflejos y bueno al volante.  Cuando vió movimientos raros en los alrededores, les avisó a sus amigos para que escaparan. Ellos alcanzaron a tirar la plata en el baldío cercano y se fueron corriendo entre la gente. El buscó la bolsa, tomó el atajo y le dio sin asco hasta perder a todos de vista. Después caminó hasta lo de Mecha.
Al poco tiempo, Rafa empezó a extrañar a los pibes y quiso saber que había pasado con ellos. Escondió la plata y se fue cuando empezaba la cuarentena. Ella retornó a la normalidad a medias, lo ocurrido le quedó picando en su cabeza.
Quiso descansar un rato, mientras la tele hablaba de lo que pasaba en todos lados.

Podía intuir el escondite de Rafa. No se equivocó. La pareja de Quique y la hermana de Robertito, sus compañeros de ruta, eran vecinas del barrio.  Para sacarse el tema de encima, creyó que darles su parte podía ser una solución, bastante tenía con el virus. El almacén era el único punto posible para encontrarse, en plena cuarentena.  Separó lo que les correspondía y lo guardó en el fondo del changuito de las compras.
Detrás de la heladera de los fiambres, repartió los paquetes. Ellas quisieron contarlos. Mecha se puso nerviosa y sin palabras desapareció. Apurada pasó la puerta y empezó una carrera sin pausa al doblar la esquina en una calle sin gente.
El pasaje Houdini tenía salida por el Parque de la Laguna, allí se podría esconder y llegar hasta lo de su madre. Si la pescaban iba a decir que la estaba cuidando. Le remordió la conciencia, hacía mucho que no la veía y no sabía cómo estaba.
Subió la escalera, estaba vallada la entrada. Habían instalado una garita. Se acercó despacio, con miedo a preguntar como seguir, el hombre le dijo que la única forma de pasar al otro lado era atravesar el túnel, peaje por medio.
__ ¿Cómo es? Preguntó temblorosa.
 __Para que la voy a engañar, oscuro y estrecho. Del otro lado está todo tranquilo. Cuestión de animarse, dijo el cuidador.
Mecha aturdida, buscó en el fondo de su bolso, decidida a pagar el precio hacia la libertad.

La radio sonó fuerte en su dormitorio. Quiso manotear el dial para apagarla, pero fue imposible, todo le daba vueltas. Entredormida, escuchó una voz potente que decía:
“Este es un comunicado del comité de emergencia mundial para todos los habitantes del planeta Tierra. El experimento más arriesgado de la historia se ha realizado con éxito. Estamos formalmente en 2021. Pudimos fracturar el tiempo, dejando atrás el 2020 y su pandemia. Inyectamos un gas anestésico en el aire para que todos pasaran el trance, lo mejor posible. Sabemos que pueden sentirse mareados, han sido muchas horas de sueño profundo, seguramente con pesadillas. Fue una idea de nuestros científicos más brillantes, a la que adherimos con unanimidad. No les avisamos antes para evitar situaciones más complejas. Todos ya han sido desintoxicados y vacunados. Sus celulares fueron debidamente chequeados y actualizados. A la brevedad les compensaremos el año que acabamos de consumir en sus vidas. Gracias por la colaboración.”





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