Era el segundo mes de cuarentena. Abel recibió la peor noticia hubiera podido escuchar,quedó ya sin razones para vivir...
La noche fue eterna, fumó como nunca y la tos no daba tregua. Desperado tomó una decisión: se infectaría. Por su edad y por su frágil estado de salud era un candidato fime. Desvelado espero la mañana que amaneció fría y con llovizna.A las ocho salió a la calle en pantalón de pijama, musculosa y ojotas, y encaró para el súper. Ya había cola y se alineó obediente mientras seguía tosiendo sin parar la gente se apiadó y lo invitó a que no hiciera cola, que no esperara bajo la lluvia. Emocionado quiso agradecer uno por uno y todos salieron despavoridos. Con mal humor se metió de prepo en el súper. Habría apenas unas seis personas bien distanciadas eligiendo en las góndolas y llenando los carritos. Mientras seguía tosiendo se acercó lentamente casi al acecho a cada uno y estos al darse cuenta escaparon abandonando los carritos repletos.Unos le gritaron al personal de vigilancia de la puerta.
El hombre dejó su puesto y recorrió las pasillos. Encontró a Abel respirando con la boca abierta en la heladera de los lácteos. Le gritó que se alejara de ahí amenazandolo con el palo reglamentario. Abel en lugar de huir de la golpiza fue corriendo hasta el uniformado que escapó encerrándose en la carnicería cerró la cámara de frío. Quedó protegido detrás de las medias reses colgadas.
El super quedó vacío. Abel consternado y tiritante salió a la calle. En la puerta quedó encandilado por unas luces enceguecedoras de un movil de exteriores de un canal.El movilero micrófono en mano se fue acercando y el cámara enfocaba al hombre en ojotas.Veloz como una saeta Abel se abalanzó sobre el periodista abrazándolo. Cayó el micrófono y el movilero gritó por ayuda. El director de azuzaba al cámara que levantaba la escena:¡Segui,segui!el raiting por las nubes, mientras el joven forcejeaba con el viejo que respiraba en la cara.Una señora de la cola levantó un palo tirado en la calle y le pagó en la espalda y la cabeza al viejo hasta que soltó al movilero... este una vez liberado intentó subir al móvil pero no le abrieron la puerta. El jóven huyo corriendo por Cochabamba.
Abel dolorido por la paliza pero firme en su propósito siguió acercándose a cada grupo de personas que encontraba, en las estaciones de servicio,cajeros automáticos, las colas en las farmacias.Logrando su dispersión en todos los casos.Ya cansado y con ganas de ir al baño volvió a su casa, frustrado y con sueño.Mientras tiraba del rollo del pepel higiénico pensó:
-Mañana será otro día.
Renato De Benedictis
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